Cuando un lector se aproxima a un libro ya posee
expectativas acerca de lo que ese libro le va a ofrecer a través de sus
lecturas previas; sabe, por ejemplo, qué esperar de una novela policial o de
ciencia ficción. Todo libro es único en sus características. Las experiencias
del banco del libro ha llevado a crear unos criterios para evaluar un
libro para niños se relacionan con sus características genéricas o formales, es
decir, como se percibe un libro concreto en relación a los libros similares.
Esto ha llevado a establecer criterios para evaluar y seleccionar tipos de
libros específicos: criterios aplicables a obras clásicas, álbumes, novelas
fantásticas o libros de cartón para bebes.
Muchas veces los libros
se clasifican de acuerdo al uso, otras veces por su formato, o por la
pertenencia de un género literario. Un libro puede entrar dentro de distintas
clasificaciones o ubicarse en los límites entre alguna de ellas. No es su intención prescribir y encasillar a los libros infantiles. A la originalidad, incluso la generalidad, de
una obra podría atribuirse la
dificultad para ubicarla en una
categoría.
Vale la pena aclarar que
no se trata estrictamente de definiciones, sino más bien de orientaciones
útiles para los promotores de lectura.
Demás está decir que estas clasificaciones tienen una intención paradigmática: se trata de categorías dinámicas y moldeables que surgen a partir de la realidad que los libros nos ofrecen, y no de modelos abstractos.
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